Reseña del libro "Un animal, el viento"
Cuántas veces hemos estado frente al mar cuando nos llega la brisa y nos despierta un aire yodado de nostalgia? Cuántas veces hemos caminado por un sendero y nos detenemos para contemplar las hojas caer, en una danza que nos deja en el asombro, y nos detona cientos de preguntas? Cuántas veces caminamos por un barrio cualquiera y el viento nos ofrenda un aroma que nos remonta a la casa de los abuelos, ahora cubierta por la enredadera del tiempo, que todo lo devora?La brisa tiene su dialecto, nos puede dar silenciosos golpes de realidad, o nos puede dejar una serie de símbolos que a veces no somos capaces de interpretar, por ejemplo: una festiva tempestad de columpios, una mariposa posada en nuestro hombro o un polvazal que nos deja sin ver por segundos.Aquí es donde entra a jugar quien escribe, su oficio es tomar esas preguntas e intentar llenarlas de un lenguaje, no de respuestas, pero sí de posibilidades, y retomar la simbología del viento y traducirla en imágenes, que de muchas maneras nos conmueven. O sea, es cuando William Velásquez realiza su discreta labor poética, que, ahora con este nuevo libro, nos deja en medio de dos sutiles torbellinos, a un lado la efervescencia de abordar una eterna cuestión por resolver: en qué consiste el quehacer de quien vive a la sombra de un bolígrafo?, ese tipo sin biografía y que erra sus trazos. Al otro, un andar por el rumbo del recuerdo de sus ancestros, que nos reciben con graznidos de pájaros. En medio de ambas ventiscas, quedamos nosotros, con los brazos extendidos, siendo el puente que, en una suerte de salto y caída, levita.Nuevamente William nos deja un libro con un lenguaje depurado, con una adjetivación precisa, pero, sobre todo, con una sensibilidad enorme, que nos hace sentir la poesía como un acto de contrición.SEBASTIÁN MIRANDA BRENES
